La Confesión
-¡Ah, ahí estas!.
Perdón por llegar tarde, Laura. Había mucho tráfico en la calle principal, no
sabes los malabares que tuve que hacer para ganar tiempo y llegar hasta aquí.
-¡Vaya, vaya, Laura!.
No se te escapa nada, solo llego aquí y ya tengo servido el café, mi favorito,
un capuchino con una cucharada de azúcar. Te conozco demasiado así como tú me
conoces muy bien a mi.-dio el primer sorbo al café.
-¿Dime porque me
citaste en esta cafetería, Laura?-le sonrió-. ¿Sucede algo?
Laura no dejaba de ver
a través de la ventana a las personas que pasaban cerca de la cafetería.
Comenzaba hacer frío afuera, sabía que faltaba un mes para la llegada del
invierno. Aunque detestaba esa estación del año por no poderse adaptar
rápidamente a ese clima. Clavó sus hermosos ojos verdes color esmeralda en su
taza de café y suspiro varias veces para sí misma y sonrió.
-No me sucede nada.
Simplemente estoy muy distraída, eso es todo.
-Te conozco muy bien
Laura y tu no estas distraída. No sabes mentir bien. Te conozco desde siempre.
Desde la infancia. Y a mi no me vengas con esos cuentos. Sé que eres una mujer
que el hermetismo sentimental es tu fuerte. ¡Pero venga mujer no pongas esa
cara! Todo tiene solución en esta vida, ¡ánimo!-le guiñó.
-Ya te dije que no me
pasa nada. Solo tuve un día muy pesado en el trabajo. Cada día mas me elevan
las metas en ventas y estoy planeando ir a visitar a unos nuevos potenciales
clientes fuera de la ciudad. Pero mira que no te has terminado aún el café,
tómatelo rápido que se te va a enfriar-le sonrió.
-jajajaja me encargaras
otro, Laura.
-Tal vez, si te
terminas ese primero. Esta cafetería es mi favorita, me encanta el café que
sirven aquí. Como tu sabes, todas las tardes después de salir del trabajo vengo
aquí para descansar un poco de mi día tan ajetreado- clavó fijamente sus ojos
verdes en ella.
-Lo sé, lo sé. Aunque
tu me hables de tu trabajo yo sé que la cita de hoy no es para hablar de eso,
sé que te preocupa algo, por eso estoy aquí.
El murmullo de la gente
en la cartería hizo que Laura centrara su atención en ellos. En la mesa de la
esquina, una pareja conversaba amenamente, en la próxima; una anciana recortaba
una revista guardando los recortes en su cartera un poco desgastada, en un
extremo, un mesero servía café a tres mujeres que se reían entre sí. Pensó para
sí misma lo hermoso que es ese lugar, un lugar donde las personas se reúnen
para conversar de todo o simplemente para cavilar un poco. Se sonrió. Observó
detenidamente cada uno de los cuadros de pinturas que daban énfasis al mismo
lugar, algunos cuadros con anuncios de los años 50 y 80, y varias caricaturas
de famosos cantantes tomando café, ese aroma que a lo largo de los años han
hecho que las personas se enamoren más de ese grano y sea predilecto en el
paladar de muchos. Cerró sus ojos. El aroma a café no solamente le daba esa
sensación, sino algo más. Pensó en él.
-¡Laura, Laura! ¡Dime
por dios santo que te pasa! Porque estas tan triste. Han pasado tantos años y
no creo que aun sigas pensando en él.
-Tan bien me conoces, a
ti nunca te puedo engañar-se le quebró la voz.
- Siempre fuiste así
desde pequeña, te comprometes mucho con las personas, te entregas demasiados a
ellas, no eres capaz de no decir no. Siempre ves el lado bueno a vida, amas
demasiados a las personas y te da miedo cuando estas se van. Nada es para
siempre. Nada es eterno, Laura.
Con ambas manos sostuvo
su taza de café, observó detenidamente el color ébano de su café inhaló
fuertemente el aroma, ese aroma tan estimulante como deliciosa que hizo que
Laura se mordiera los labios. Recordó en las ocasiones que venía con él. Se
sentía feliz solo estar a su lado. También esa cafetería era su lugar de
encuentro. Su Idilio. Recogió su cabello y se hizo un moño, se sentía incomoda
y pensativa, hacia varios años que trataba de olvidarlo. Trató de arreglarse el
flequillo de su frente para disimular su tristeza.
-Aun no puedo creer que
sigan con eso-suspiró. Te escucho.-la vio con ojos de madre. Siempre sabes que
puedes contar conmigo.-Se inclinó hacia Laura y con ambas manos tomo las de
ella. Sabía que tenía miedo, se le veía en esos hermosos ojos verdes. Entendía
que Laura siempre seguiría siendo esa niña soñadora e ingenua pero con un gran
corazón.
La primera vez que la
vio estaba sentada en un columpio, sola y triste. Era una niña de pocos amigos,
los únicos amigos eran los personajes de sus libros, de héroes y princesas, de
honor y lealtad, de hadas y duendes. Personajes míticos y fantásticos. Una
fantasía que para ella era realidad. Al verla ahí, sentada y sola, observó más
detenidamente a la hermosa niña de cabello castaño claro, de mejillas redondas
y rojas; de labios dulces y rosados y un verde esmeralda que enmarcan sus ojos
grandes y profundos como el bosque en plena estación primaveral. Se acercó a
ella de forma tan sigilosa para no asustarla. Al verla, Laura levantó su rostro
triste y sonrió. Laura nunca pensó que vería a un ser tan hermoso como ella.
Emanaba un aura tan misterioso como en sus cuentos en los libros. Pensó que era
una princesa o un hada, pero no importaba, porque ella la necesitaba.
-Ya te dije Laura, te
escucho-mientras le daba el último sorbo a su café.
-Tienes toda la razón,
aun no lo puedo olvidar. Aunque haya pasado varios años, aun sigo amándolo.
Aunque me haga la fuerte, aunque pienses que soy indiferente, me es difícil de
olvidar.
-¿Quieres volverlo a
ver?
-No
-¿Y entonces? Aun no te
entiendo Laura.
-¿Cómo volver a ver a
alguien que te causo daño?-masculló.
-Más por eso ya te
habrías olvidado de él.
-Ni yo misma me
entiendo, es un meollo en mi cabeza. En ocasiones consigo por un momento
quitármelo de la cabeza, pero por las noches me hace falta su presencia, su
calor y sus besos. Abrazo fuertemente mi almohada para fingir que es él. Me hace falta ver su
sonrisa, verlo animado con sus trabajos, me acostumbré a sus manías, a sus
cambios de humor, y a las largas caminatas por el parque y a sus famosísimos
emparedados de pavo.-se sonrió.
-No tienes remedio,
Laura-suspiró.
-Lo sé, lo extraño, no
lo puedo negar. Ya te dije, me hace falta.-estrujó la servilleta. Aunque debo aceptar que
pase buenos momentos a su lado. No fueron perfectos. Pero fueron hermosos. Esos
momentos siempre seguirán dentro de mi.
-¡Vaya! parece que te dejó
buenos recuerdos.
-Sí, pero a veces
pienso que él aparecerá. Parece loca la idea, pero es así. En mis sueños
aparezco como una eterna primavera despierta en mi ventana. Acurrucada en el
ventanal observo detenidamente a una
niña desojando la noche en la espera impaciente de la llegada de la aurora. El viento
trae consigo un desfile de flores de cerezos y sin más; su silueta esbelta
comienza a parecer, me sonríe y luego se va. Trato de alcanzarlo, pero al
tocarlo, se desvanece como el humo y me quedo repitiendo su nombre como una letanía.
-¿Qué es lo que más
extrañas de él?
-¡uf! Son tantas cosas.
¿Quieres otro café?
-No, gracias Laura. Con
este esta bien. Pero dime cuáles son esas tantas cosas.
-Extraño verlo a los
ojos. Son realmente hermosos como el color del café, aunque a él no lo haya
creído así. Son muy grandes y expresivos, a través de ellos podías ver la
profundidad de su alma tan cálida, pero también podías ver su orgullo y
vanidad, que en muchas veces se dejaba influenciar por ellos.
-jajajaja ¿solamente
extrañas sus ojos?
-No solamente eso, sus
labios-suspiró. Cada beso que me daba, era como quemar mis labios contra los
suyos, sentía que me cortaba el aire, tan delicados pero a la vez con una
fuerza tan arrebatadora e insolente totalmente tolerante de placer.-rozó sus
dedos entre sus labios.
-¡Vaya! Lo recuerdas
muy bien-sonrió con picardía.
-Por supuesto que lo
recuerdo bien. Fui volcán estando en sus brazos. Fui corazón encendido cuando
él me llamaba. Quiero confesar que me dejo mil caricias en mis manos. En sueños
me escapa con él, me hacía viajar a otros lugares fantásticos, aparecía como
niña desnuda que venía de algún lugar jugando y podía palpar cada cosa dicha
por él. Pero un día se marchó-presionó
su mano contra su pecho.
-¿Por qué se marchó?
¿Qué pasó Laura?
-Aun no lo sé con
certeza, pero me prometió volver.
-¿Y no lo hizo, verdad?
-¡No!-sus ojos se
llenaron de lágrimas.
-¿Y alguna vez
intentaste buscarlo?-la miró inquisitivamente.
-Sí
-¿Por qué lo hiciste,
Laura?
-Porque quería saber si
aún había algo que rescatar de lo nuestro. Si aún sentía algo por mi. No quería
darme por vencida de que todo haya terminado. Quería saber si tenía alguna
oportunidad. Si quedaba algo.-sollozando cubrió su rostro con sus manos.
-Así que lo buscaste y
lo encontraste. ¿Comprobaste algo en tu viaje?
-Quise arriesgarlo
todo. Hice el viaje. Nos encontramos y…-mordió sus labios.
-¿Y que, Laura?
-Sus ojos me dijeron
adiós.-se abrazó fuertemente para no gritar. Sus manos pronunciaron su olvido y
mi corazón se quebró. Su beso tan frío en mi frente me dijo que ya no me amaba.
Era otro hombre que estaba parado frente a mi. Me dolió tanto su abrazo porque
era la señal que nunca más lo volvería a ver. Ahora sé porque nunca el vino por
mi.
-¿Era por otra mujer?
-No
-¿Porque
entonces?
-Porque él nunca me
amo. Creo que lo idealicé demasiado. Una ingenua al amar. Puse todo lo que
tenía, puse mi corazón en su pecho y mi cuerpo en sus manos. Debo de
confesarlo, creo que me equivoqué.-apartó la taza de café hacia un lado.
-¿Te arrepientes?-tomó
a Laura por la barbilla.
-¡No!
-¡Así se habla!. Ya es
hora que vayas aprendiendo muchas cosas de la vida y en el amor. Las
experiencias son muchas, no hay buenas ni malas, al final lo que te deja; es
una cátedra de todo. Así que las decisiones que tomes en el futuro serán más
sabias y precavidas. El tiempo será tu maestro. Sé que saldrás adelante Laura.
Ya no existen los héroes y princesas de tus cuentos, al final; son solo
fantasías en tus libros. Así que no vuelvas a idealizar a alguien, si lo haces
es porque está en tu imaginación, no existe, nunca será una verdad. Ya no
hablemos más de él, porque si sigues así, esta conversación no existió.
Laura se levantó de su
silla y se aproximó hacia un mesero. Regresó a su mesa y se sentó. Tomo su
bolso, saco un espejo; al verse en el espejo se sintió avergonzada, se le había
corrido el maquillaje por tanto llorar.
Comenzó a maquillarse para borrar lo corrido de sus lágrimas. Pensó que
ya era tarde. Observó por la ventana que ya era de noche, vio su reloj de mano,
marcaban las 07:30pm. Cerró sus ojos y comenzó a cavilar la conversación. Una
voz la desconcentró, asustada giró su cabeza hacia él. Era el mesero.
-Disculpe señorita,
aquí tiene lo que me encargó.-le entregó una bolsa y un café para llevar.
-Gracias, cuanto es la
cuenta.
-Me encargó un café
para tomar aquí, dos roles de canela y un café para llevar. Son 120 lempiras.
-Aquí tiene joven,
gracias por todo. ¡ah! Otra cosa, a que hora cierran hoy.
-A las 08:00pm
señorita-le sonrió el mesero.
-Gracias joven.
-Estamos para servirle
señorita.
Se dispuso a salir de
la cafetería. Vio a los lados ya no había nada de gente en las calles. Se
abotonó bien su abrigo. Y se maldijo por no soportar el frío. Observó hacia
arriba y vio lo reluciente de las estrellas. El cielo estaba despejado. Las
lámparas de las calles alumbraban los caminos de los transeúntes.
-Odio el frío-se dijo a
sí misma.
-Aunque las estrellas
dan luz en esta noche tan negra, aun
pienso que la oscuridad no es lo mío. Odio la noche, me hace sentir muy triste
y sola.-sacó un cigarrillo de su bolso y lo encendió. Hace poco comenzó a fumar
Laura, desde que él la dejó.
Su silueta se reflejaba
mientras caminaba al pasar cerca de las lámparas. Sabía que no quería caminar
sola a su casa. No había nadie quien la esperara en casa. Laura se detuvo, se
sonrió, pues le daba gracia el sonido de sus zapatos al caminar. Siguió
cavilando sumergida en sí misma, en sus propios pensamientos, ya no tenía un
rumbo fijo, pues el camino que tomó, no la llevaría a su casa, pero no le importó.
Siguió caminando ya que había perdido su propio camino hace mucho tiempo.
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